Día ❷➌

 

ESTABA ESPERANDO QUE ME LO PIDIERAS

“En ese caso—le dijo Elí—, ¡ve en paz! Que el Dios de Israel te conceda lo que le has pedido. 18 —¡Oh, muchas gracias! —exclamó ella”.

1 Samuel 1:17-18b

 

La historia de la oración de Ana para concebir a Samuel es muy familiar. Elí él profeta, pensaba que Ana estaba ebria mientras ella oraba. Ana, con todo su dolor le responde al profeta: No estoy briaga, “sigo que desahogo mi alma ante Jehová” (1:15b NBDJ). Crecí escuchando la historia de Ana. Sin embargo, la historia de Ana no me hacía eco a mi vida ya que mi madre tuvo muchos hijos, y yo no crecí conociendo a una mujer que luchara por quedar embarazada. 

Cuando mi esposo y yo nos casamos hablamos de esperar por lo menos cinco años antes de tener hijos. Llegaron los cinco años de matrimonio. Luego llegaron los seis, y los siete. Y entonces comenzamos a preocuparnos de porque no concebíamos. Recuerdo que estando en una conferencia de mujeres yo les di un anuncio a las mamás que por favor llevarán a sus hijos a la guardería. Les dije: Pensarán, tú qué sabes de dejar a tus hijos, si no tienes.” Cuando baje de la plataforma, la predicadora invitada, una mujer que ha estado muchos años en el ministerio, me dijo susurrando a mi oído: “No tienes hijos porque no se los has pedido a Dios.” Me reí como Sarah. Pero fui sincera. Le dije: “Si es cierto, no tengo porque no se los he pedido a Dios.” 

Dentro de mí estaba consciente de que no le había pedido a Dios un hijo y simplemente era porque no estaba lista. Un día por la mañana, salí y me senté afuera y abrí mi biblia. Leí la historia de Ana, y tuve una conversación con Dios. Fue algo maravilloso que nunca voy a olvidar. Era como si Dios estaba sentado junto a mí y conversábamos juntos. En ese momento, derramé mi corazón a Dios y le adoré. Le pedí perdón, no por no creer en su poder, sino por mi egoísmo de no querer ser mamá hasta ese momento. Recuerdo que le dije: “Dios mío, dame un hijo, así como lo hiciste con Ana”. En ese momento comprendí la verdad de que no es lo mismo creen en Dios, que creerle a Dios. Tuve la convicción personal que Dios me había escuchado. Más aún, escuché audiblemente que Dios me dijo: “Estaba esperando que me lo pidieras.”  Lo demás ya es historia. Dios no solo respondió a mí oración con una hija, sino que nos respondió doble. 

Te pregunto, ¿qué esta Dios esperando que le pidas? ¿Qué milagro necesitas? ¿Crees en Dios simplemente o le crees a Dios? Hebreos 11:1 nos recuerda: “La fe demuestra la realidad de lo que esperamos; es la evidencia de las cosas que no podemos ver”.

 

Verónica Martínez Gállegos.